Cuando era niño, siempre desee ser caricaturista. Mi meta en la vida era trabajar en animación y siempre creí que terminaría estudiando algo afín. No lo hice…a veces las fantasías infantiles son tan inocentes que cuando uno crece, se ven muy lejanas y se tornan bochornosas, sin embargo, conozco a muchas personas que de jóvenes querían ser guitarristas. Era más sencillo impresionarse con algún músico que salía en la televisión que con un desconocido, que se dedicaba a hacer simples dibujos. Recuerdo que todos respetaban a Slash. ¿Que lo hacía tan atrayente? Nunca lo entendí, nunca me gustó Guns & Roses, nunca fui fan de Metallica y nunca escuché a Pantera. En la secundaria, el bully en turno, me molestaba por escuchar a Björk; la música para hombres era la de los Stone Temple Pilots, Alice in Chains, Primus, Rage Against the Machine, etc.
Cuando crecí un poco, me interesó tomar una guitarra, simplemente por que quería tocar una canción: Ana’s song de Silverchair. Yo nunca intenté dominar solos infinitos ni crear riffs pesados, tampoco quería cantar frente a todo el salón de clases No Rain de Blind Melon, What’s Going on de 4 Non Blondes o Save Tonight de Eagle Eye Cherry, solo amaba tanto una canción, que deseaba hacerla mía y de nadie más. Ahí empezó mi compleja relación con el instrumento.
Siempre asumí que no era bueno, por lo que ni siquiera me molesté en intentar sonar como Jimmy Page y mientras pasaban los años, empecé a cuestionarme si fallaba meramente por predisposición y no por capacidad. Mucho tiempo me pregunté que hace ser grande a un guitarrista. Al final no hay respuestas objetivas.
Vivo muy cerca de Fermatta y conozco a gente que estudia o estudió ahí. No quiero generalizar, pues cada persona es un universo distinto pero parece que el currículo de esa institución, está basado en la persecución de ambiciones fálicas por medio de herramientas, que por casualidad o no, sirven para crear música y la actitud de individuos relacionados con ese medio académico, es muy parecida: intentar impresionar por sus ilimitados recursos técnicos pero que de algún modo son carentes de imaginación pues son apartados de ella, en dicho proceso. Dominar un instrumento, no se trata de tocar cientos de notas a una velocidad infrahumana, eso solo es indicador, de que tal vez se goce de una masturbación un poco más satisfactoria que el promedio de las personas pero en realidad ¿yo que puedo saber sobre el placer ajeno?
Mientras pasaban los años, más aborrecía a Satriani, Petrucci y de paso a sus seguidores. Desarrollé un gusto por aquellos guitarristas que en base a sutilezas, creaban un estilo propio, aquellos que dentro de un instrumento tan predecible, podían crear nuevas maneras de interpretarlo. El ser guitarrista para mi, significa romper esquemas.
El Top 10 de guitarristas.
Evidentemente mi selección de los mejores guitarristas de la historia, se adecua a mi muy particular forma de concebir al arte y entiendo que existan precursores, que ni siquiera tengo que nombrar pues su trabajo es de antemano reconocido, por lo que me limitaré a hablar de quienes para mí, reúnen ciertas características dignas de respeto.
Graham Coxon – Blur
Mi héroe personal, reservado y sutil. Agresivo donde debe de serlo y puntual en sus ingeniosos arreglos. Desde sus primeras grabaciones se puede apreciar su distintiva genialidad. Sin el Blur solo es una banda buena, no sublime. Congruente con su sonido desde un inicio y consistente en su ejecución en vivo, para mi Graham representa todo lo que un buen guitarrista debe de ser.
Johnny Marr – The Smiths
Puede tocar 3 simples acordes pero los arregla de tal manera que suenan únicos, su sonido metalico y directo es demasiado complejo para ser emulado por cualquiera. La mayor parte de su trabajo es bastante imaginativa, cosa que admiro en un guitarrista. Ni siquiera importa que haya tocado en los fastidiosos The Cribs. El mejor complemento para la voz de Morrissey…y eso es difícil de encontrar.
John Squire – The Stone Roses
Contemporáneo de Johnny Marr, el punto más atractivo en su participación con los Stone Roses, era la manera que tenía para arpegiar y llenar ciertos espacios: limpio, definido, cristalino, sin error. También posee la capacidad de impregnar una canción con mucha fuerza y emoción y nunca contraponerse a la delicadeza que puede desplegar sin dificultad.
Jonny Greenwood – Radiohead
En sus inicios era bastante agresivo pero aprendió a mediar su fuerza y se redefinió recomo un innovador. Influido por jazz y música electrónica, su entendimiento del instrumento es ajeno a cualquier convencionalismo o cliché pasado. La atención al detalle y su manejo de cualquier efecto que pueda aderezar a la guitarra es impecable.
John McGeoch – Magazine, Siouxie & The Banshees
El ídolo desconocido, la figura carente de reconocimiento masivo pero cuyo sonido influyó a más de una escena. Propositivo y directo, obvió que tocaba música punk y logró darle un matiz más serio, menos cavernícola o rudimentario, sin perder dirección ni fuerza.
Robert Quine – Richard Hell & The Voidoids
Solo una palabra puede definir su sonido: abrasivo. Era único y demasiado fino para el punk, el brillo de su guitarra desentonaba sublimemente con la voz de Richard Hell y rellenaba un espacio tan complejo que solo alguien con un nivel de creatividad altísimo lo haría, tan desenfrenadamente.
Thurston Moore/Lee Ranaldo – Sonic Youth
No puedo separar a esta dupla de artistas pues siempre he visto a su trabajo como complementario. No se quien sea técnicamente mejor, ni a quien se le ocurran la particularidades sonoras que separan a Sonic Youth de otras bandas. Solo se que escuchar ambas guitarras entretejerse es hipnótico. El ruido nunca tuvo una concepción tan hermosa.
Jeff Buckley
Mejor conocido por su amplio rango vocal que por sus aptitudes en la guitarra, este genio y muerto prematuro, poseía la capacidad suficiente para generar sorpresa al momento de tocar. Su ingenio musical solo era avasallado por su emoción, tan real y pura como ya no se ha visto en mucho tiempo.
Sterling Morrison – Velvet Underground
La compañía perfecta para Lou Reed y su sonido trasgresor. Poder aterrizar ideas musicales que ocultaban las fantasías lunáticas de un genio no era tarea fácil y Sterling lo hace sin una falla. Por momentos, explosivo y a veces delicado y reflexivo, sus aportaciones eran justas y suficientes, nada sobraba.
Kevin Shields – My Bloody Valentine
Cuando parecía que ya nadie podría reinventar el acercamiento a la guitarra, llega este innovador con ideas pertenecientes a otro nivel de creatividad humana. Su técnica es tan simple pero a la vez tan compleja que por más que se ha intentado emular, pocos conocen la manera más certera de llegar a esa nube amorfa de pura distorsión y atmósfera".
Fuente: Light & Noise